viernes, 10 de julio de 2015

TALITA CUMI


Te conozco desde hace ya diez años sobre la tierra
suspendida en el silencio,
Hija del destino; y es tu pobre imagen la que se me aparece
siempre la primera
En la lucidez de mis despertares del declinar de la noche,
Cuando siguiendo en espíritu al Cosmos en su vuelo mudo
De repente siento abismarse en mí el universo como
aspirado por el vacío de todos estos días.
Yo soy entonces como una cosa ardiendo sobre el río en la noche de estío
Y la llave del sol está bajo mi mano, que abre las Realidades
espejeantes de una niebla de espíritus
Y por cierto, una sola palabra, y, en este país de la vida
donde tengo más de un servidor deslumbrante
Me aparecerían formas harto distintas a la tuya, guijarro
recogido aquí para el recuerdo.
Pero, ¿no te he amado con humildad en esta pequeñísima sucesión de días?
Yo partiré muy pronto ¡oh mitad de corazón, mitad de corazón tirada
Al lodo y al frío y la lluvia y la noche de la ciudad!
¡Oh mi pajarillo domesticado amenazado por el invierno!
Escúchame. Abre de par en par ese algo en ti que tú no conoces
Y trata, suceda lo que suceda, trata de retener en tu minúscula memoria
Este consejo de uno que ha madurado con la ortiga en el
largo y tórrido verano de la amargura:
¡Trabaja!
No tientes al rey terrible de la vida, al dios en movimiento.
Implacable de los caminos del mundo, al ídolo en el carro de ruedas trituradoras.
¡Trabaja, niña! Porque estás condenada, débil, a vivir largo tiempo
Y yo no quisiera evadirme de estas ensordecedoras galeras
Con la pobre imagen de lo que tú serás un día:
Una muchachita convertida en una viejecita
Con amargos cabellos blancos bajo el chal, no sé en que
agrio y negro arrabal
Y sola en la ribera con el río, un fardo de terror
En las espaldas, hermana de las húmedas piedras y de los
grandes, grandes árboles desnudos.
Ahórrame esto. Porque yo estaré pavorosamente ausente,
despertado para siempre
En uno de los dos Reinos, no sé en cuál, el tenebroso
Me temo, pues hay en mí algo que arde con un fuego bajo y juzgado.
Y yo te lo repito, gorrión de miseria, tú estarás sola en esta vida atroz
Como hacia el amanecer avaro y lívido del Sena
Abandonado de todos el farol rojo y verde.
Yo no sé a quien ha matado mi corazón; pero al morir, el malvado,
¿No le ha legado toda su fúnebre realeza de compasión a mis huesos? ¡Niña!
Es un dolor que no puede expresarse. El hombre atacado de ese nocturno mal
Sufre omnisciente y mudo, como las piedras de los cimientos
en el moho de las tinieblas.
Yo bien sé que es Él, Él, cuyo nombre secreto es: el
Separado-de-Sí-Mismo,
Que sufre en nosotros; y que cuando haya pasado al fin
La noche sin flores y sin espejos y sin arpas de esta vida, un canto
Vengador, un canto de todas las auroras de la infancia,
Se romperá en nosotros como el cristal inmenso de la mañana
Al grito de los alados, en el valle de rocío,
Yo, ya lo sé. Pero esta pobre imagen de tu vida en el porvenir solitario, eso
No puedo soportarlo, es un verdadero terror de insecto en mí,
Un grito de insecto en el fondo de mí
Bajo las cenizas del corazón.

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