sábado, 11 de julio de 2015

H


El jardín desciende hacia el mar. Jardín pobre,
jardín sin flores, jardín
ciego. Una anciana vestida
de luto lustroso, descolorido, junto con e! recuerdo
y el retrato,
mira esfumarse desde su banco a los navíos del
tiempo. La ortiga, velluda y negra la sed,
vigila en un vacío inmenso de dos horas.
Como desde lo hondo del corazón del más
perdido de los días, el pájaro
de la comarca sorda pía en el matorral ceniciento.
Es la terrible paz de los hombres sin amor. Y yo,
también yo me encuentro allí; porque todo esto
es mi sombra, Y en tanto que ella,
bajo el triste y pesado calor, ha dejado caer otra vez su cabeza
vacía sobre el seno de la luz, yo,
en cuerpo y en espíritu, estoy como la amarra
pronta a romperse. ¿Qué es lo que vibra de este modo en mí?
Pero, ¿qué es lo que vibra de este modo en mí v
se queja, no sé dónde, en mí,
como la maroma de los veleros, aparejados para zarpar,
en romo del cabrestante? Madre
harto prudente, eternidad ~ay~, déjame vivir mi día
no vuelvas a llamarme Lemuel; porque allí, en
una noche de sol,
las perezosas, las islas de la juventud, cantantes v veladas,
llaman desde lejos. El dulce,
grávido murmullo de dolor de las avispas del mediodía
vuela a escasa altura sobre el vino, y hay locura
en la mirada del rocío sobre las colinas, mis queridas,
umbrías. En la oscuridad religiosa las zarzas
cogieron el sueño por sus cabellos de niña. El
agua, amarilla en la sombra.
respira mal bajo el cielo pesado v bajo los nomeolvides.
Otro sufre también, herido en el costado como el rev
del mundo, y de su herida de árbol
mana el más puro aplacador del corazón.
Y hay también el pájaro de cristal que con suave
gorjeo dice: “mli”
en el viejo jazminero sonámbulo de la infancia.
Yo entraré allí levantando dulcemente el arco iris
e iré directamente al árbol donde la esposa eterna
espera en los vapores de la patria. Y en los fuegos
del tiempo aparecerán
los archipiélagos repentinos, las galeras sonoras.
;Paz, paz! ¡Todo esto ya no existe todo esto
ya no es de aquí, Lemuel, hijo mío!
Las voces que tú oyes no vienen va de las cosas.
Aquella que hace mucho tiempo vivió en ti, oscura,
te llama ahora desde el jardín, sobre la montaña.
¡Desde e! reino del otro sol! ¡Y aquí no es más que el sensato
cuadragésimo año, Lemuel!
El tiempo precario y largo.
Un agua cálida y gris.
Un jardín ardido

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